Mi pánico se reflejó en sus
ojos cuando la vi volver la mirada. Estábamos en un punto crítico, cualquier
retraso podía significar la muerte o peor. No sabía en realidad qué nos
aguardaba si nos pescaban. Todo me dolía
y sentí que algo fluía por mis piernas, no supe si era sangre u orina. La velocidad
había hecho que derrapara en la curva antes de cruzar y todo mi costado
izquierdo, sobre el que yacía, ardía por las quemaduras de la fricción. El peso
de la bicicleta, en un ángulo extraño sobre mí, no me permitía moverme y me dolía
terriblemente una pierna que había quedado enredada entre la rueda trasera. No
sabía en qué estado me encontraba, pero sí que no lograría salir de aquí sola.
Angustiosamente la vi
considerar todas las opciones desde mi desventajosa posición, tenía claro que
representaba un gran riesgo volver por mí, aun si alcanzábamos a huir yo nos
retrasaría enormemente. Y no tenía claro si la bicicleta funcionaba aun o peor,
si me encontraba en condiciones de usarla. Lo terrible era pensar que de haber
estado en su lugar no sé qué habría hecho. Luego de un segundo que pareció
durar horas, vi que su cara sembrada de dudas y pánico pareció relajarse y
mudar a una de tensa determinación, fuera lo que fuera, ella había decidido, acomodó
su pie sobre el pedal y justo cuando esperaba verla regresar junto a mí, noté
con horror como se desvaneció en el aire, prueba de ello fue la bicicleta que
cayó pesadamente, tambaleándose en el concreto hirviendo por el sol de aquella
tarde calurosa. El eco del golpe fue repetido por los numerosos edificios vacíos
a mí alrededor, deformándose como una cruel burla que me recordaba que nadie
podía ayudarme. Miré frenéticamente hacia todas partes en un inútil y
desesperado intento de encontrarla, sin querer convencerme de su desaparición.
Pero ella no estaba en ningún lado, de alguna misteriosa y catastrófica forma
se había ido. No la llamé, por mucho que no quisiera creerlo se había esfumado
frente a mis ojos, gritar solo haría más fácil que mis rastreadores dieran con
mi paradero. Sabía que ahora sólo era cuestión de tiempo, por lo mismo no le
haría las cosas más fáciles. Abandonada a mi suerte, no me quedaba más que
esperar y seguir preguntándome ¿a dónde había ido mi hermana? Estaría bien, por
qué no había ido yo con ella, ¿sería yo también abducida de un segundo a otro? O
quizás las mismas personas que nos seguían la habían llevado a ella de esa
extraña manera… ¿Dispondrían de armas de ese tipo? ¿Seguía yo entonces?
Un sonido familiar me
devolvió al presente, no era uno agradable, más bien aterrador. Eran ellos, la
chispa que se desencadenó como reacción involuntaria me sorprendió, era la
pizca restante de supervivencia que dormía en el fondo de mi cuerpo. Dueña de
una fuerza que no conocía, me vi a mi misma casi desde la distancia, salir de
la prisión accidental en la que había caído, levantarme apenas sintiendo el
dolor que me quemaba todo el cuerpo, que lejos de detenerme, me dio fuerzas
para seguir, tomé la bicicleta; que tenía un freno cortado, el tapa barros
abollado, la rueda algo deformada y algunos rayos fuera del marco; y entre sobresaltos
seguí lo más rápido que me daban las piernas. No sé cuánto tiempo transcurrió
entre que me caí y me levante, pudieron se años como segundos. Algo me
cosquilleaba en la cara y al apartarlo con el dorso de la mano pude ver que era
mi propia sangre, en la mano observe la carne a la vista en donde me había raspado
con el fuerte roce contra el pavimento, aparte rápidamente la mirada concentrándome
en el camino, ya no me dolía nada pero la visión era grotesca y no quería ni
pensar cómo estaba el resto.
Los sonidos amenazadores
estaban cada vez más cerca y mi velocidad, que en un principio era considerable,
comenzó a disminuir paulatinamente. Era extenuante, entre más pedaleaba menos
me movía, el paisaje que antes pasaba raudo en dirección contraria, aparecía
ahora casi estático, luchaba con todas mis fuerzas por imprimir más velocidad
pero era como tratar de correr bajo el agua. Entonces ya no estaba en la
bicicleta y solo quería correr pero era tan difícil que debía dar saltos muy
largos para poder avanzar más. No podía verlos, pero sabía que se hallaban muy
cerca de mí, sentía su presencia. Con pavor noté que la azotea de aquél
edificio estaba a una altura irreal, pero allí en medio no tenía a dónde
escapar. Dominada por un instinto que no me revelaba sus propósitos había una
imperiosa instrucción que seguir y no dejaba espacio a las dudas, mientras
tomaba vuelo sólo podía pensar en una cosa. ¿Dónde estaría mi hermana? Corrí con
todas mis energías luchando contra la invisible atmósfera que trataba de retenerme
y al saltar hacia el precipicio, demasiado alto para ver el fondo, no me quedó
tiempo para dudar de mi acción, mientras caía vertiginosamente otra pregunta se
formó y creció tanto que me asfixiaba tanto como el aire que me golpeaba… ¿Qué iba
a pasar ahora?
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