la Kleñito y yo

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¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!

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Gatitos negros y brujas en una noche especial

lunes, 23 de diciembre de 2013

Duda


Las dos íbamos paseando en bicicleta, aunque en realidad ya no paseábamos. Es más, arrancábamos, desesperábamos por pedalear más y más rápido y así alejarnos  de lo que fuera que nos perseguía. Yo cruzaba la calle pero ella se caía quedándose cada vez más atrás, mi angustia crecía y el miedo amenazaba con asfixiarme, ¿se habría pegado muy fuerte? ¿Era capaz de levantarse? Ponderaba la opción de volver por ella, mis piernas estaban sin resuello pero no podía abandonarla. Además me culpaba por adelantarme sabiendo que ella no tenía tanta resistencia, la bicicleta era mi elemento pero, a diferencia de mí, ella no estaba acostumbrada a usarlo. Si volvía era muy probable que nos alcanzaran a las dos, pero quizás lográbamos escapar. Si la dejaba, en cambio, ella no tendría oportunidad. Sentía que mi cabeza iba a estallar y cuando al fin me decidí a volver, la colisión entre mis terrores, la presión mental, mi asfixia y el cansancio pasaron una brecha, creando una abertura dimensional, un entrecruzamiento de planos; y por ese portal me precipité fuera de toda voluntad. Me encontré revuelta entre las sábanas que se arremolinaban a mí alrededor y entre mis piernas. Mi respiración aun acelerada y mi mente seguía inquieta con los rezagos del sueño,  que colaban imágenes vividas, y otras cada vez más borrosas, de tanto en tanto por mis retinas. Con el regusto de lo pasado, pero clara de dónde estaba, me levante más tranquila, sabiendo que todo había sido sólo un sueño.

Mi pánico se reflejó en sus ojos cuando la vi volver la mirada. Estábamos en un punto crítico, cualquier retraso podía significar la muerte o peor. No sabía en realidad qué nos aguardaba si nos pescaban.  Todo me dolía y sentí que algo fluía por mis piernas, no supe si era sangre u orina. La velocidad había hecho que derrapara en la curva antes de cruzar y todo mi costado izquierdo, sobre el que yacía, ardía por las quemaduras de la fricción. El peso de la bicicleta, en un ángulo extraño sobre mí, no me permitía moverme y me dolía terriblemente una pierna que había quedado enredada entre la rueda trasera. No sabía en qué estado me encontraba, pero sí que no lograría salir de aquí sola.
Angustiosamente la vi considerar todas las opciones desde mi desventajosa posición, tenía claro que representaba un gran riesgo volver por mí, aun si alcanzábamos a huir yo nos retrasaría enormemente. Y no tenía claro si la bicicleta funcionaba aun o peor, si me encontraba en condiciones de usarla. Lo terrible era pensar que de haber estado en su lugar no sé qué habría hecho. Luego de un segundo que pareció durar horas, vi que su cara sembrada de dudas y pánico pareció relajarse y mudar a una de tensa determinación, fuera lo que fuera, ella había decidido, acomodó su pie sobre el pedal y justo cuando esperaba verla regresar junto a mí, noté con horror como se desvaneció en el aire, prueba de ello fue la bicicleta que cayó pesadamente, tambaleándose en el concreto hirviendo por el sol de aquella tarde calurosa. El eco del golpe fue repetido por los numerosos edificios vacíos a mí alrededor, deformándose como una cruel burla que me recordaba que nadie podía ayudarme. Miré frenéticamente hacia todas partes en un inútil y desesperado intento de encontrarla, sin querer convencerme de su desaparición. Pero ella no estaba en ningún lado, de alguna misteriosa y catastrófica forma se había ido. No la llamé, por mucho que no quisiera creerlo se había esfumado frente a mis ojos, gritar solo haría más fácil que mis rastreadores dieran con mi paradero. Sabía que ahora sólo era cuestión de tiempo, por lo mismo no le haría las cosas más fáciles. Abandonada a mi suerte, no me quedaba más que esperar y seguir preguntándome ¿a dónde había ido mi hermana? Estaría bien, por qué no había ido yo con ella, ¿sería yo también abducida de un segundo a otro? O quizás las mismas personas que nos seguían la habían llevado a ella de esa extraña manera… ¿Dispondrían de armas de ese tipo? ¿Seguía yo entonces?
Un sonido familiar me devolvió al presente, no era uno agradable, más bien aterrador. Eran ellos, la chispa que se desencadenó como reacción involuntaria me sorprendió, era la pizca restante de supervivencia que dormía en el fondo de mi cuerpo. Dueña de una fuerza que no conocía, me vi a mi misma casi desde la distancia, salir de la prisión accidental en la que había caído, levantarme apenas sintiendo el dolor que me quemaba todo el cuerpo, que lejos de detenerme, me dio fuerzas para seguir, tomé la bicicleta; que tenía un freno cortado, el tapa barros abollado, la rueda algo deformada y algunos rayos fuera del marco; y entre sobresaltos seguí lo más rápido que me daban las piernas. No sé cuánto tiempo transcurrió entre que me caí y me levante, pudieron se años como segundos. Algo me cosquilleaba en la cara y al apartarlo con el dorso de la mano pude ver que era mi propia sangre, en la mano observe la carne a la vista en donde me había raspado con el fuerte roce contra el pavimento, aparte rápidamente la mirada concentrándome en el camino, ya no me dolía nada pero la visión era grotesca y no quería ni pensar cómo estaba el resto.

Los sonidos amenazadores estaban cada vez más cerca y mi velocidad, que en un principio era considerable, comenzó a disminuir paulatinamente. Era extenuante, entre más pedaleaba menos me movía, el paisaje que antes pasaba raudo en dirección contraria, aparecía ahora casi estático, luchaba con todas mis fuerzas por imprimir más velocidad pero era como tratar de correr bajo el agua. Entonces ya no estaba en la bicicleta y solo quería correr pero era tan difícil que debía dar saltos muy largos para poder avanzar más. No podía verlos, pero sabía que se hallaban muy cerca de mí, sentía su presencia. Con pavor noté que la azotea de aquél edificio estaba a una altura irreal, pero allí en medio no tenía a dónde escapar. Dominada por un instinto que no me revelaba sus propósitos había una imperiosa instrucción que seguir y no dejaba espacio a las dudas, mientras tomaba vuelo sólo podía pensar en una cosa. ¿Dónde estaría mi hermana? Corrí con todas mis energías luchando contra la invisible atmósfera que trataba de retenerme y al saltar hacia el precipicio, demasiado alto para ver el fondo, no me quedó tiempo para dudar de mi acción, mientras caía vertiginosamente otra pregunta se formó y creció tanto que me asfixiaba tanto como el aire que me golpeaba… ¿Qué iba a pasar ahora?

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