la Kleñito y yo

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kijiau!

felices fiestas!

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¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!

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Disfruten con sus familias este lindo tiempo :)

happy halloween

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Gatitos negros y brujas en una noche especial

lunes, 23 de diciembre de 2013

Duda


Las dos íbamos paseando en bicicleta, aunque en realidad ya no paseábamos. Es más, arrancábamos, desesperábamos por pedalear más y más rápido y así alejarnos  de lo que fuera que nos perseguía. Yo cruzaba la calle pero ella se caía quedándose cada vez más atrás, mi angustia crecía y el miedo amenazaba con asfixiarme, ¿se habría pegado muy fuerte? ¿Era capaz de levantarse? Ponderaba la opción de volver por ella, mis piernas estaban sin resuello pero no podía abandonarla. Además me culpaba por adelantarme sabiendo que ella no tenía tanta resistencia, la bicicleta era mi elemento pero, a diferencia de mí, ella no estaba acostumbrada a usarlo. Si volvía era muy probable que nos alcanzaran a las dos, pero quizás lográbamos escapar. Si la dejaba, en cambio, ella no tendría oportunidad. Sentía que mi cabeza iba a estallar y cuando al fin me decidí a volver, la colisión entre mis terrores, la presión mental, mi asfixia y el cansancio pasaron una brecha, creando una abertura dimensional, un entrecruzamiento de planos; y por ese portal me precipité fuera de toda voluntad. Me encontré revuelta entre las sábanas que se arremolinaban a mí alrededor y entre mis piernas. Mi respiración aun acelerada y mi mente seguía inquieta con los rezagos del sueño,  que colaban imágenes vividas, y otras cada vez más borrosas, de tanto en tanto por mis retinas. Con el regusto de lo pasado, pero clara de dónde estaba, me levante más tranquila, sabiendo que todo había sido sólo un sueño.

Mi pánico se reflejó en sus ojos cuando la vi volver la mirada. Estábamos en un punto crítico, cualquier retraso podía significar la muerte o peor. No sabía en realidad qué nos aguardaba si nos pescaban.  Todo me dolía y sentí que algo fluía por mis piernas, no supe si era sangre u orina. La velocidad había hecho que derrapara en la curva antes de cruzar y todo mi costado izquierdo, sobre el que yacía, ardía por las quemaduras de la fricción. El peso de la bicicleta, en un ángulo extraño sobre mí, no me permitía moverme y me dolía terriblemente una pierna que había quedado enredada entre la rueda trasera. No sabía en qué estado me encontraba, pero sí que no lograría salir de aquí sola.
Angustiosamente la vi considerar todas las opciones desde mi desventajosa posición, tenía claro que representaba un gran riesgo volver por mí, aun si alcanzábamos a huir yo nos retrasaría enormemente. Y no tenía claro si la bicicleta funcionaba aun o peor, si me encontraba en condiciones de usarla. Lo terrible era pensar que de haber estado en su lugar no sé qué habría hecho. Luego de un segundo que pareció durar horas, vi que su cara sembrada de dudas y pánico pareció relajarse y mudar a una de tensa determinación, fuera lo que fuera, ella había decidido, acomodó su pie sobre el pedal y justo cuando esperaba verla regresar junto a mí, noté con horror como se desvaneció en el aire, prueba de ello fue la bicicleta que cayó pesadamente, tambaleándose en el concreto hirviendo por el sol de aquella tarde calurosa. El eco del golpe fue repetido por los numerosos edificios vacíos a mí alrededor, deformándose como una cruel burla que me recordaba que nadie podía ayudarme. Miré frenéticamente hacia todas partes en un inútil y desesperado intento de encontrarla, sin querer convencerme de su desaparición. Pero ella no estaba en ningún lado, de alguna misteriosa y catastrófica forma se había ido. No la llamé, por mucho que no quisiera creerlo se había esfumado frente a mis ojos, gritar solo haría más fácil que mis rastreadores dieran con mi paradero. Sabía que ahora sólo era cuestión de tiempo, por lo mismo no le haría las cosas más fáciles. Abandonada a mi suerte, no me quedaba más que esperar y seguir preguntándome ¿a dónde había ido mi hermana? Estaría bien, por qué no había ido yo con ella, ¿sería yo también abducida de un segundo a otro? O quizás las mismas personas que nos seguían la habían llevado a ella de esa extraña manera… ¿Dispondrían de armas de ese tipo? ¿Seguía yo entonces?
Un sonido familiar me devolvió al presente, no era uno agradable, más bien aterrador. Eran ellos, la chispa que se desencadenó como reacción involuntaria me sorprendió, era la pizca restante de supervivencia que dormía en el fondo de mi cuerpo. Dueña de una fuerza que no conocía, me vi a mi misma casi desde la distancia, salir de la prisión accidental en la que había caído, levantarme apenas sintiendo el dolor que me quemaba todo el cuerpo, que lejos de detenerme, me dio fuerzas para seguir, tomé la bicicleta; que tenía un freno cortado, el tapa barros abollado, la rueda algo deformada y algunos rayos fuera del marco; y entre sobresaltos seguí lo más rápido que me daban las piernas. No sé cuánto tiempo transcurrió entre que me caí y me levante, pudieron se años como segundos. Algo me cosquilleaba en la cara y al apartarlo con el dorso de la mano pude ver que era mi propia sangre, en la mano observe la carne a la vista en donde me había raspado con el fuerte roce contra el pavimento, aparte rápidamente la mirada concentrándome en el camino, ya no me dolía nada pero la visión era grotesca y no quería ni pensar cómo estaba el resto.

Los sonidos amenazadores estaban cada vez más cerca y mi velocidad, que en un principio era considerable, comenzó a disminuir paulatinamente. Era extenuante, entre más pedaleaba menos me movía, el paisaje que antes pasaba raudo en dirección contraria, aparecía ahora casi estático, luchaba con todas mis fuerzas por imprimir más velocidad pero era como tratar de correr bajo el agua. Entonces ya no estaba en la bicicleta y solo quería correr pero era tan difícil que debía dar saltos muy largos para poder avanzar más. No podía verlos, pero sabía que se hallaban muy cerca de mí, sentía su presencia. Con pavor noté que la azotea de aquél edificio estaba a una altura irreal, pero allí en medio no tenía a dónde escapar. Dominada por un instinto que no me revelaba sus propósitos había una imperiosa instrucción que seguir y no dejaba espacio a las dudas, mientras tomaba vuelo sólo podía pensar en una cosa. ¿Dónde estaría mi hermana? Corrí con todas mis energías luchando contra la invisible atmósfera que trataba de retenerme y al saltar hacia el precipicio, demasiado alto para ver el fondo, no me quedó tiempo para dudar de mi acción, mientras caía vertiginosamente otra pregunta se formó y creció tanto que me asfixiaba tanto como el aire que me golpeaba… ¿Qué iba a pasar ahora?

martes, 6 de marzo de 2012

Cerrado con candado de voluntad


Tenía una gran boca carnosa, que mantenía tensa y cerrada. Como si temiese que al abrirla, los secretos que amparaba dentro fueran a escapar contra su voluntad. Sus grandes y expresivos ojos, se movían lenta y cautelosamente, casi demasiado programadamente, nunca parecía que uno de sus movimientos respondiese a algún impulso instintivo. Toda ella parecía demasiado cuidada, pero de sí misma. Cualquiera que viese sólo esos rasgos habría dicho que más bien era alguien desconfiado y calculador. Pero eso quedaba atrás porque la ternura y vulnerabilidad que expelía todo su cuerpo hacían a tirar por la borda todos esos prejuicios, era semejante a un ratoncito asustado. Nadie era inmune a sus “encantos”, ya que, todo el que la veía sentía una necesidad irracional de protegerla de lo que fuera.

Siempre estaba rodeada de personas, pero nunca se la vio conversando o siquiera sonriendo, su boca siempre bien apretada y una expresión casi de disculpa.

Se diría que ella quería hablar pero debía proteger lo que ocultaba. Aunque en realidad lo que debía proteger no era lo que guardaba, sino al resto de aquello que tan celosamente custodiaba.

La gente, que tan a menudo la acompañaba, pronto terminaba por impacientarse con su silencio. Lo tomaban como un castigo, un desaire. Creían que no hablaba por que no los consideraba suficientes, y en poco tiempo empezaban a ver su abrumada cara y su prohibida boca, como un gesto burlón y de desinterés. A ella esto sólo lo apesadumbraba más. Se debatía internamente, añoraba abrir sus labios y hablar de todo lo que se le antojaba, pero no era solo apariencia lo que su boca demostraba. Realmente si dejaba un resquicio en sus labios, las consecuencias serían atroces.

La corte que la hacinaba variaba constantemente por lo que aclaramos antes, pero el suplicio de la niña seguía intacto, y acaso peor, cada día.

Un día, entre los que se acercaban apareció un joven de ojos alegres y expresión jovial. Su boca también estaba cerrada pero él no intentaba ocultar algo, solo esperaba el momento para decir lo que quería. Se miraron por un largo rato sin siquiera pestañear, los ojos de él trasmitían todo lo que ella le hubiese gritado de haber podido, y por primera vez los ojos de ella parecieron cobrar vida y no obedecieron a la estudiada planta de movimientos que tenían prefijada. Por algún tiempo aguantó con su voto de silencio, pero a medida que pasaba el tiempo y sus seguidores se iban, ella vio como los ojos del joven comenzaron a oscurecerse. Temiendo la misma reacción del resto debido a su supuesta indiferencia, tomó una decisión. Al día siguiente, cuando se encontró junto a un nuevo grupo de seguidores, ella lo divisó al final del gentío. Se veía indeciso, pero cuando sus ojos se encontraron, una corriente eléctrica los exalto de tal forma que fue notorio incluso para los demás. Pandora no pudo evitar la tentación, lo que el joven despertó en ella no pudo ser acallado con nada. Abrió sus peligrosos labios para decirle lo que sentía, lo que ambos sentían, lo que él le había dicho con su mirada. Y al hacerlo, desacostumbrada como estaba, la voz le salió ronca y todo lo que había estado guardado por tantos años, se escapó entre sus temores e inseguridades y se esparció por el mundo. Había ocultado tantas cosas por tanto tiempo, que se habían podrido y los curiosos que se arremolinaban a su alrededor fueron un simple estimulo que hizo que todo se precipitara a su inevitable fin. Ella no alcanzó a decirlo y él nunca llegó a oír de esos labios nada más que terribles augurios y horrendas verdades.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Es y no puede dejar de ser

Se llama Linda, y es linda. Tiene trece años y sólo quiere ser igual a sus compañeras, a esa edad la originalidad no es una virtud ni una meta, simplemente es lo último que quieres que te digan, a nadie le interesa ser especial. Ella quiere parecerse a sus compañeras. Toda las noches ruega despertar y ser una más, una del montón. La gente no sabe lo que dice cuando piden ser especiales, diferentes. El problema es que cuando uno quiere ser así, siempre está pensando en una diferencia buena. Ser más bonita, más alta, tener mejor voz… La gente no sabe lo que dice cuando pide ser diferente. Linda es linda, pero también es diferente. Su diferencia no es de las buenas, es una diferencia que la hace rogar por ser como el común de las personas. Su diferencia es aun distinta, porque no es como cuando uno ve a alguien en la calle y le falta una pierna, no es algo de lo que la gente conversa, así que ella puede ir por la vida sin escuchar esos molestos comentarios a sus espaldas. Es mejor porque no la están haciendo sentir mal todo el tiempo. Es peor porque su diferencia esta muy adentro suyo. Es peor porque la más consiente de ella, es Linda.

Ella quiere ser igual a todas, quiere ser confundida con su amiga Lorena. Quiere ser pasada por alto, le gustaría no resaltar en el medio de una multitud, le gustaría que no la hubiesen elegido, a ella, a Linda. Es cierto, dijimos que lo que hace a Linda diferente, no es algo que salte a la vista, pero esa diferencia es la consecuencia de algo en ella. Hay algo atrayente respecto a ella, no estéticamente. Simplemente que cuando hay un grupo de gente reunida, las personas tienden a fijarse mas en ella que en los demás, tiene esa cualidad que la mortifica. Pasa horas analizando su rostro, sus ojos no tiene nada de extraordinarios, su pelo es común, su boca apenas es colorida, su nariz es casi invisible. Pero todo el conjunto parece ser la combinación exacta. La combinación perfecta para atraer desgracias. Si ella tuviera un rasgo diferente, sólo uno. Todo el equilibrio se rompería y se acabaría su maldición. Bueno en realidad no, ya está hecho y es imposible retroceder el tiempo, pero si se pudiera… Ay si se pudiera.

Linda y su diferencia van a todas partes juntas, se diría que casi se sienten a gusto las dos, solas. Porque finalmente son ellas contra los demás, contra esa masa homogénea tan común, pero a la vez tan exclusiva, que testarudamente se ha negado a aceptarlas. Linda y su diferencia conviven día a día, son como amigas, amigas que pelean todo el tiempo. Linda quiere desprenderse de ella. Y ella, ella quiere quedarse, le gusta ser la distinta, le gusta hacer de Linda una niña especial, más bien una mujer.

La difícil etapa por la que pasa Linda, no es algo hormonal, tampoco se trata de algo reciente, esta “cosa” con que anda es un distintivo, se trata de algo con lo que ha peleado por varios años, Linda no quiere esta terrible diferencia, linda no quiere ser especial, no quiere ser mirada con otros ojos, le encantaría –amaría- ser tan aburrida y corriente. Pero la verdad es que a pesar de todo, su vida no es aburrida, es emocionante y se podría hacer una película con ella. Pero quién le pregunto a Linda si quería eso, ¿alguien le propuso hacer una alocada aventura de la que pudo ser una larga y lenta vida, sin resaltos ni sorpresas? Nadie, ese es el problema, nadie le pide su opinión, no se la pidieron entonces y no se la piden ahora, todo pasa muy rápido. Todo avanza sin su permiso, y la gente se arremolina a su alrededor porque ella no es como los demás, la gente no se funde a su lado, la gente se opaca. Se separa y ella queda al medio y sola. Sí, Linda está sola, y no es que sea una ermitaña, lo que pasa es que no se ha podido labrar un lugar. Paradójicamente la gente siempre deja un espacio para ella pero no la incluyen, es un aparte. Porque como ya sabemos, ella no es como toda la gente, y la gente no es como ella. Siempre se dice que somos todos distintos, pero es solo otra forma de decir que somos iguales. No es que no haya otras Lindas por allí con sus mismos problemas, no es eso. Pero cómo puede saber ella dónde encontrarlas, y ser todas iguales sin importar que haya otro grupo de iguales diferentes a ellas, si están justo como se encuentra ella. Tratando de pasar desapercibidas, intentando ignorar su diferencia, ocultando esta circunstancia que las hace distintas. Claro que hay otras lindas, pero esta diferencia es interior y no se ve a simple vista. Podría hablarles. Aunque nadie se atreve a contar esas cosas. La gente por lo general no anda con una tarjeta de presentación que diga: Linda X, diferente.

No, la verdad es que no hay solución, y cuando Linda es consiente de esto es cuando más sola se siente. Cuando se siente menos linda, se siente sucia, usada y triste. Le gustaría cambiar su nombre, hay que decirlo. Si pudiera se llamaría Similar, Ordinaria o incluso No Tan Linda, No Tan Bonita. Fea, a ella le gustaría llamarse Fea. ¿Se fijaría la gente en alguien que se llame Feo? ¿Se imaginaría su mamá que al llamarla con un adjetivo, con ese adjetivo, limitaba su vida a un camino pedregoso y desolado? Por fuera es linda, se llama Linda, pero por dentro es cochina y poco agraciada, por dentro pudo ser todo lo común que hubiese querido, pero no lo fue, no será. Pero sigue siendo Linda, hermosa a la vista de su familia, envidiable en los ojos de sus pares, presumida para las envidiosas, desagradable para las presumidas… Linda, ese es su nombre y es linda pero también es una niña diferente, una niña a la que la cambiaron, una niña que fue, que no es, ahora solo es Linda.

Tiene ese fantasma que la habita, y no es que esté poseída, sólo que hay algo con lo que carga, y ese peso la obliga a andar más lento. Caminando por su terrible vida a paso de tortuga y es cansador. Una vez más Linda se mira en el espejo. Trata de buscar la singularidad. Es paradójico que físicamente sea común y corriente y aun así, sea diferente, totalmente diferente. Linda, la que es linda pero quiere ser fea, quiso ser fea, rogó por ser invisible, está a punto de cumplir sus deseos. Ella va a tomar una decisión que la cambiará para siempre. Alzará su voz y hablara directo a todos, les dirá qué piensa. Los mirará a los ojos y será sincera. Y eso es lo único que puede hacer que la gente lo ignore a uno. Dirá sus problemas. Pero como ella era diferente, en su caso las cosas no fueron así, la gente no la ignoró.

Con sus dedos suplicantes tratará de alcanzar sin éxito las pastillas que están en su mesita, pero lamentablemente la enfermera se dará cuenta a tiempo.

La verdad es que Linda no tiene trece años, ni catorce, hace ya bastante tiempo que vive en una institución para gente como ella, otras Lindas. Es una persona que se quedó estancada en esa edad, tuvo un trauma que nunca pudo superar y por eso sigue reviviendo una y otra vez su triste infancia y preadolescencia, lo más triste es que hace rato que no está sola, hace rato que la acompañan casi puras Lindas, hace rato que ella es como los demás y sólo los encargados son diferentes, sólo los enfermeros son excluidos, sólo los auxiliares son apartados.

Hace bastante tiempo que ella dejó de ser la única y se convirtió en otra del montón. Pero ya no está en su mente como para apreciarlo, y si estuviera seguramente no le parecería tan maravilloso. Linda es la que fue linda y se volvió fea de tanto desearlo, la que quiso ser común y se volvió corriente. La que era linda y ya no lo fue más, pero su nombre sigue allí como haciéndole burla, y seguirá allí recordándole lo que es y no puede dejar de ser.

martes, 27 de diciembre de 2011

La otra versión

¿Qué pasó? ¡¿Qué fue eso?!
Estaba durmiendo tranquilamente, pero de pronto me sobresalté.
Algo pasa. No puedo verlo pero lo se, lo siento. Siento el miedo y eso me asusta más.
Si, algo está pasando afuera y mi mamá está allá... Espero que no le haya pasado nada malo.

Vértigo, siento el suelo que se pierde bajo nosotros. ¡¿Es un temblor, el fin del mundo?! Quiero que, lo que sea que esté causando toda esta inestabilidad, termine lo más luego posible.
Precaución, por alguna razón lo que haya de amenazante allá, aunque no lo vea, se que está allí y debo cuidarme de él.
Todo empieza a calmarse. Aunque no veo nada, aún, se que cuando salga todo estará mejor. Ella me lo dijo, hubo una ligera presión sobre mí y luego una vibración. Un sutil cosquilleo.
Me contó que tuvo que saltar a un muro para que estuviésemos bien los dos...

Es relajante, me gusta. Me encanta el sonido de su voz y el contacto de sus manos. A pesar de que no logra alcanzarme, no sabe lo relajante que resulta la caricia de su voz en todo mi pequeño mundo y el contacto de su mano hace que esa vibración sea más cercana y concentrada.
Ahora se que mi mamá está bien y, probablemente gracias a ella, yo también. Algún día, cuando ya no esté aquí, cuando no recuerde esto, cuando vea las cosas y las entienda de otra manera, ella me contará su versión de la historia...



Dedicado a Catalina Cornejo y Piriguin/Puntito/Ochito/Lenteja



viernes, 2 de diciembre de 2011

Una sensación casi palpable (Memorias de alguien más)


Estoy desesperada, me siento enterrada hasta el cuello en un fango que me aprisiona y me ahoga. No puedo respirar. Lo que dicen de las arenas movedizas es cierto: “Es mejor no luchar porque te hundes más rápido hay que relajarse y quedarse quieto”. Lo que nadie te dice es que quieto sólo haces el proceso más lento por si tienes a alguien cerca que pueda ayudarte, pero si no... No vas a salir a flote y yo estoy sola, calmada, pero completamente sola. Me hundo lenta, casi imperceptiblemente, pero lo hago. Me encuentro en una muda angustia que me consume, una histeria tan silenciosa que casi se puede oír. Si pudiera gritaría, si pudiera yo... Es una insoportable calma tan intranquila, un silencio tan ruidoso, una soledad tan atestada de gente y testigos inútiles. Cuando la gente dice "me llevare el secreto a la tumba" realmente no sabe de lo que habla, porque un secreto puede pesar tanto que te lleva al fondo. Te entierra y este secreto pesa como ninguno, no se si me lo llevaré a la tumba o será el secreto quien me lleve. Estoy agotada, calmadamente agotada, de tener que sonreír, de parecer feliz. Agotada de lucir como si mi vida no tuviera problemas, de no decir nada, ¡agotada de la calma que me enloquece! Este sopor que envuelve mi mente no tarda en corroer mi cuerpo, me sorprende que no haya sucedido aun, me sorprende mi exceso de energía, me sorprendo a mi misma imaginando y deseando un destino terrible para alguien que nunca va a ser castigado por las cosas que hizo y, quién sabe, si seguirá haciendo, yo no seré la que lo delate. Cómo puedes destruir la felicidad de una familia entera, ni siquiera por la tuya propia, si sabes que solo te traerá más dolor a ti también... Aunque tendrás algo de calma, una calma verdadera. Me ahogo, quiero ir a los recuerdos felices de mi infancia pero es tan paradójico que aquellos que ni siquiera están completos sean los que más resalten. ¿Por qué, si apenas puedo recordarlos están tan firmemente enraizados? Por mucho que traté de erradicarlos, de convencerme de que eran sueños, pesadillas, aún son más claros que mi mejor y más completo recuerdo. Cómo puede algo que no recuerdo, algo que no sé si pasó, ser más claro y obvio. Ser tan real y terrible, es dolorosamente cierto y aun no se si es verdad... Como quisiera que no lo fuera. Estoy sola y nadie puede lanzarme una cuerda para liberarme de las arenas fangosas de mi mente que sólo me aprisiona en un borroso e incompleto rompecabezas de memorias que, lamentablemente, a pesar de estar sólo en mi mente sucedieron y son tan reales como yo.

Debajo de una cuidadosa apariencia hay un recuerdo que de cuerdo no tiene nada, no es sensato traerlo al presente ni menos presentarlo a los presentes. Todo está muy bien apilado sobre él y si lo saco de ahí... Lo demás se derrumba, pero se ha vuelto demasiado grande para el lugar que le destiné y no sé qué hacer con él. Tiñe todo a su alrededor y el hedor que destila me enferma, me da nauseas. Quiero vomitar. ¿Cómo fue que todo esto que no es mío se vino encima de mí? ¿Cuándo pasó el pesado tiempo sobre estas páginas rotas de mi memoria? Ahora todo es tan complicado que hace parecer simple el complejo pasado. Y pasará lo mismo en el futuro, si cargo todavía con este fruto podrido. Pienso entonces que ahora es más difícil que ayer y más fácil que mañana, pienso entonces que es mejor hablar ahora que en un mes, pienso entonces que mientras más lo aplazo, más evidente es la descomposición de esta naturaleza muerta que pronto tendrá más vida que yo, Mis manos se llenan de hongos, soportarán los gusanos que vendrán a devorar todo excepto este peso muerto que puede matarme, pero cruelmente se niega a hacerlo; disfrutando de la inmolación que me produce llevarlo. Pienso y vuelvo a pensar, mis manos se llenan de hongos, soportarán los gusanos, mis manos que se aferran a la resbalosa orilla del charco de arenas succionadoras. Me hundo y esto ya le concierne a tantas personas sin que se lo lleguen a imaginar. Me hundo, no me pude desahogar. Respiro profundo y me preparo para sumergirme, tragar la arena, respirar el lodo, enmudecer por algo físico, no hablar nunca más porque no puedes, dejar de tratar y simplemente callar. Será lento, un suplicio. Me saca de quicio, pero cuando tienes algo tan pesado que te arrastrara a ti y a todo el que intente ayudarte hasta el fondo ¿Cómo puedes pedirle a los demás que se hundan contigo?

viernes, 30 de septiembre de 2011

Animal Gregario


Duermo plácidamente, un sueño nada fuera de lo normal. Mis sueños ya no son tan excéntricos como alguna vez. Está fresco y pienso en lo que me espera este día, dormito un poco más, no estoy demasiado consiente de qué es real y qué es parte del mundo onírico que se rehúsa a desaparecer en el albor de la mañana. Mi compañera aun no despierta y no creo que lo haga en un buen rato. Tomo la decisión de imitarla, aun esta muy helado para levantarse, quizás me quede en mi cama más rato el día de hoy.

Me encuentro sobre mullido césped, los rayos del sol acarician mi piel y sólo quiero quedarme ahí por siempre, pero es imposible. Por alguna latente razón debo salir de allí, no me permiten descansar y disfrutar… Hay mariposas por doquier, el escenario es tan primaveral que parece irreal, oigo el trinar de los pájaros y me percato de que hay mucha gente a mi alrededor, todos me sonríen aunque no me hablen, pero tengo claro que si quisieran lo harían, no es como siempre. No me miran de manera desconfiada o con vergüenza, no hay chispas de irritación en sus ojos y tampoco cautela, sólo cálidas miradas, es como si conversáramos sin palabras. Tampoco yo hablo y creo que toda la cosa está allí: si yo quisiera hablar, todos comenzaríamos a verbalizar aquello que se desborda de los ojos. De nuevo la urgencia me acosa y me siento fuera de lugar, tengo que moverme de ese sitio y no logro entender por qué si yo estoy tan a gusto. Quién puede sentirse incomodo en mi presencia si no hay nada distinto en mi. Todos ellos no son más diferentes unos de otros que yo mismo, ¿cómo se explica, entonces, que yo tenga que marginarme de la placentera compañía que disfruto tanto? Pájaros de nuevo, aunque ésta vez suenan más metálicos y hay algo en ellos que me molesta. ¿Serán ellos los que me exilian de mi naturaleza gregaria? Serán estos cantores animales, los que con su plateado gorjeo me incitan a abandonar la compañía de mis pares. Su trino es como una terrible sentencia que he de cumplir contra mi voluntad y sin derecho a reclamo, no hay decisión mía que valga en este dictamen. Así que me dispongo a dejar atrás esas agradables sensaciones que extraño más de lo que me permito asumir, es tan extraño que sean ellos, esos animales los que me fuerzan a irme, cuando normalmente son los que más me aceptan, sin prejuicios, se acercan y me hacen compañía desinteresadamente. Esa duda se planta en mi cabeza, sus raíces se expanden desde mis pies y me quedo allí, no me muevo, no me voy. Los pájaros cantan otra vez, su sonido es cada vez más fuerte y a medida que aumenta el volumen va pareciéndose menos a un canturreo, es más como una campanilla. Se acerca el vibrar metálico pero los pájaros no se han movido, es más, todo esta muy quieto, demasiado. Y puedo ver en la fragilidad de la fantasía que está a punto de romperse, que todo es más hermoso aun de lo que pude alcanzar a apreciar, una sensación pesa sobre el ambiente, se ha descubierto que todo se va a terminar de un segundo a otro. La campanilla resuena fuerte y con eco, ya que se mezcla el sueño con la realidad y una bicicleta pasa veloz por el borde de mi cama, me sobresalto y despierto bruscamente. Antes de que desaparezca en la esquina alcanzo a ver la cara del ciclista que prácticamente uso mi cama de ciclo vía, y ahí está esa mirada otra vez. Un rechazo mezclado con culpabilidad y pobremente oculto en lastima. La mañana está agitada, me recupero del despertar y, por qué no decirlo, del dormir también. Unos pocos rescoldos del sueño reciente, se cuelan en mi cabeza, negándose a abandonarme ahora que el pobre sol de invierno juguetea con las oscuras nubes. El dolor de espalda se encarga de espantarlos, la seductora idea de mi sueño no puede luchar con la concreta realidad. Está allí, es palpable, tan fría y dura como el cemento con que está hecha la vereda que hace las veces de mi colchón. Un perro amistoso se acerca meneando su cola. Se acomoda entre mi frazada, ofreciéndome su cálido cuerpo para pasar este día. Soy un animal gregario y no desprecio la compañía.



miércoles, 18 de mayo de 2011

El Viejo de Otro Tiempo


Antes todos iban a verlo, era feliz aunque vivía ocupado. Sus manos, asperas de tanto trabajar con ellas, eran su orgullo, y los más cercanos sabían que, a pesar de la fuerza que tenían, podían ser delicadas y dar consuelo. Su taller siempre estaba repleto y nadie nunca lo vio sentado sin saber que hacer, de ocioso. Nunca de sus labios salio un no por respuesta, siempre decía que había que ver lo que se podía hacer, nunca dijo estar cansado ni ocupado, aunque siempre lo estuviera. El hacía lo que tenia que hacer. Aun cuando la gente reclamaba que las cosas fallaban, era bueno tenerlo a él para arreglarlas.
Un día, la gente dejó de mandar a arreglar sus cosas, ya sea porque no se habían estropeado, o simplemente porque en vez de hacerlo, las botaban y compraban nuevas. Él lentamente se fue quedando rezagado, como una parte de la vida de las personas que había sido hace mucho, pero ya no más. Parte de una cultura que se fue extinguiendo, y las nuevas generaciones; acostumbradas a lo desechable pronto no supieron siquiera que el había existido, los que lo recordaban ya no iban a verlo y se quedo solo y sin trabajo.
Un día, años mas tarde, lo encontraron. Sentado en su mesita de trabajo, con sus herramientas limpias y ordenadas, los cachureos organizados, las repisas y estantes casi vacíos, dispuestos para las cosas que llegarían pero que nunca llegaron. Su Ropa en perfectas condiciones, el pelo peinado... muerto, sólo el polvo delata el paso del tiempo en aquel micro clima de una época pasada y olvidada. Nadie de los que lo encontraron sabía quién era él, ni qué hacía.
Nadie lo recordaba.

♥SweeNeY ToDD ♥

Jacki

JacK SpaRRoW

JacK SpaRRoW
jack sparrow dibujado x mi :D

La Sirenita

Wall-E

Sweeney